Los padres son niños teniendo niños

Antes de ser mamá, estaba segura de que la maternidad sería algo natural para mí, como siempre pensé que lo era para el resto del mundo. Nuestros cuerpos están diseñados para reproducirnos y todos los animales en el planeta lo han hecho desde el comienzo de los tiempos, por lo que debería ser una experiencia hermosa y sencilla, ¿no? Pensé que en el momento en que naciera mi bebé, me transformaría a lo Sailor Moon en una madre experta, con mi instinto maternal activado y la capacidad de saber exactamente qué hacer en mi traje de marinera.

Pero eso no pasó.

Toda mi vida conviví con ansiedad, por lo que me es realmente difícil tomar decisiones y confiar en mis propias ideas. Me gustan los números y las instrucciones; algo fuera de mi misma en quien pueda confiar para confirmar que estoy haciendo las cosas bien. Pero la vida real no es un juego de Sims y los bebés no vienen con instrucciones o un cartelito flotando sobre sus cabezas que te dice que están tristes porque la cocina se prendió fuego.

Rápidamente me di cuenta de que tenía que confiar en mi propia intuición para descifrar si mi bebé tenía hambre, si estaba cansado, si le dolía algo o si estaba preocupado por lo cara que estaba la luz, y lo único que sentía era ansiedad abrumadora. No dejaba de hacerme preguntas como "¿Por qué es tan difícil?", "¿Cómo es que a los demás les sale tan fácil?", "¿Tengo puesta la misma remera hace ocho días?", y no podía encontrar respuestas.

Mi primer mes como madre primeriza fue difícil. Me pasé los días amamantando a mi bebé constantemente, pasando horas y horas con él en mi pecho por el miedo que tenía de que tuviera hambre. Dormía pegada a su cuerpo para asegurarme de que estuviera respirando y casi siempre lo vestía con demasiadas capas porque no quería que tuviera frío. Mi amor por él era tan grande que me sentía como si me estuviera ahogando en un mar de mis propias preocupaciones, perdiéndome abajo de olas de miedo y dudas con el mismo look que Tom Hanks en Náufrago.

 
tomsp.jpg
 

Eventualmente, encontré herramientas que me ayudaron a lidiar con mi ansiedad y mi TOC. En sí, al igual que las mujeres de antaño, me apoyé mucho en la tecnología. Usé apps para rastrear su alimentación y sus horas de sueño, un termómetro para ajustar el agua del bañito a la temperatura correcta, y empezamos a darle complemento, lo que me permitía medir exactamente cuánta leche estaba tomando. Y escribía todos estos números en un pizarrón, una y otra vez como Bart Simpson, para que pudieran vivir en algún lugar afuera de mi mente, liberando espacio en mi cerebro para poder de hecho disfrutar a mi bebé y que la canción de la presentación de La Casa de Mickey se implantara para siempre.

También empecé a dejar que los demás me ayudaran, lo cual fue un desafío en sí mismo. Era tan sobreprotectora de mi hijo que con solo pensar en que alguien se lo llevara me quería poner a llorar. Cada vez que lo dejaba con su padre, hacíamos un repaso de todo lo que tenía que hacer cuando me fuera, con un nivel de detalle que uno pensaría que lo estaba conociendo por primera vez. Y aún así, me daba miedo que alguien entrara a la casa, lo sometiera y secuestrara al bebé en los 10 minutos que demorara en bañarme, y no tenía el teléfono de Liam Neeson ni la más pálida idea de dónde estaba mi pasaporte.

Ahora me doy cuenta de que la mayoría de mis sentimientos de aquel momento son compartidos por miles de padres primerizos, que también luchan con el hecho de que la paternidad no es tan simple como pensaban. Me hubiese gustado que más madres me dijeran que ellas tampoco sabían qué estaban haciendo y, sin embargo, salió todo bien y ningún criminal ruso les robó a sus hijos.

Porque en realidad nadie sabe lo que está haciendo. Ya sea en la escuela, en el trabajo, las relaciones, la salud o calculando la cantidad correcta de pasta para una sola persona, nadie está seguro de que esté haciendo las cosas bien. Todos estamos navegando los pormenores de la vida lo mejor que podemos, tratando de descubrir quiénes somos, qué queremos hacer, cómo coexistir con el resto y qué significa "smart casual", y nadie tiene idea.

Entonces, ¿por qué la crianza de los hijos sería diferente? En pocas palabras: "Los padres son niños teniendo niños". Esta es una cita de un episodio de la serie documental familiar Rick and Morty y es mi frase favorita sobre la paternidad, lo cual demuestra que a veces uno encuentra inspiración en los lugares menos pensados y por eso la sigo buscando en el fondo del tarro de galletas.

 
parentsrick.gif
 

Es tan simple y tan precisa. Un día sos una persona, la persona que conociste toda tu vida, con tus pensamientos y tu personalidad y tu marca favorita de papitas, y un día tenes un bebé. Y no hay un interruptor secreto que se prende, ni un conjunto de habilidades que se desbloquea. Sos la misma persona, solo que más sucia y cansada, y estás locamente enamorada de este bebé que acabas de conocer y por quien sacrificarías cualquier cosa, incluyendo tu cordura.

Yo tenía 29 años cuando nació mi hijo. Él ahora ya tiene casi tres, lo cual es raro porque yo todavía tengo 29. Y aunque no era una adolescente cuando nació, todavía estaba luchando contra los mismos problemas mentales con los que luché toda mi vida, y no esperaba que influyeran tanto en mi experiencia con la maternidad. Sabía que me iba a ser difícil que la casa estuviera desordenada, o no poder respetar ningún horario o rutina. Pero nunca pensé que me hiciera sentir que no podía ser una buena madre. Me sentía tan fuera de lugar, como si todos el mundo supiera algo sobre la maternidad que yo no y en algún momento Ashton Kutcher me iba a decir que era todo mentira. (Para aquellos lectores menores de 30, esa es una referencia a un programa de MTV de los 90 llamado Punk'd, donde el actor de comedia Ashton Kutcher engañaba a celebridades haciéndoles creer que estaban teniendo el peor día de sus vidas rayándole ligeramente sus Ferraris).

Pero tampoco esperaba amar a mi bebé tanto como lo hago, y ahora entiendo que el miedo y la ansiedad que sentía -y sigo sintiendo- son parte de ese amor y esa necesidad de anteponer su felicidad y bienestar a cualquier cosa, incluyendo las mías.

Todavía tengo momentos en los que me siento abrumada por la maternidad, cuando me canso y pierdo la paciencia, y me siento como una mala madre. Y es ahí cuando me tomo un descanso. A veces son unas horas con su papá, a veces es un día con sus abuelos, a veces es más tiempo mirando TV de lo que debería, pero de cualquier manera, sé que mi hijo está seguro y feliz, y me permite de hecho amar y disfrutar mi tiempo con él, y no enloquecerme porque decidió intercambiar todas las tapas de sus lápices de colores o mezclar todas las piezas de sus rompecabezas, como un monstruo.

 
El horror…

El horror…

 

También busco anécdotas de otras mamás en redes sociales y encuentro consuelo en nuestras experiencias compartidas. Una vez hace unos años leí un artículo que explicaba que la maternidad es más difícil ahora porque "hemos perdido nuestra aldea", y dos por tres me acuerdo de eso. Es parte del motivo por el que decidí comenzar un blog y por qué estoy compartiendo esta experiencia aquí ahora, porque todos los días encuentro otras madres en redes sociales que normalizan los desafíos de la maternidad y quiero hacer lo mismo.

Así que esta es mi opinión sobre la maternidad: los hijos son lo mejor de la vida, pero la maternidad es difícil. Está bien sentirse abrumado. Está bien amar a tus hijos y no amar la maternidad a veces. Está bien si la maternidad es fácil para ti, está bien si no lo es. Y al final del día, no importa cómo lo hagas, si amas a tus hijos y quieres lo mejor para ellos, lo estás haciendo bien.

Y "smart-casual" significa "ropa informal pero con componentes formales adaptados a los lugares de trabajo". Yo tampoco entendí, no.

Anterior
Anterior

Reseñas de niños

Siguiente
Siguiente

¡Felicidades! No es lo que esperabas